Cuando lo de los propósitos de año nuevo te empieza a sonar a pitorreo

 

− Vengo a inscribirme al gym.

− ¿Propósito de año nuevo?

− Sí.

− Tenemos plan de 1 día, incluye 4 selfies en el área de pesas.

− ¡Perfecto!

Vi este chiste el otro día en Facebook y me hizo mucha gracia. La verdad es que para muchas personas esto de los propósitos de año nuevo se ajusta más a lo que describe este chiste que al firme propósito de querer mejorar o conseguir de verdad algo.

Y es que enero es el mes en el que todos nos volvemos locos con los propósitos de año nuevo. Hacemos listas interminables que abarcan desde la pérdida de los kilos de más, hasta aprender un nuevo idioma pasando por encontrar pareja, ser más feliz o llamar más a la familia.

En los programas de radio e incluso en los telediarios se toca este tema, se consulta a expertos que hablan sobre cómo conseguir metas y empezar a obtener resultados reales.

Hay como una especie de euforia colectiva por llenarse de objetivos y metas a cascoporro, donde los gimnasios hacen el agosto y la venta de libros de autoayuda, también.

Todo esto estaría genial si no fuera porque a mí esto de los buenos propósitos me suena cada vez más a coña.

 

 

El día de la marmota

¿Has visto la película El día de la marmota?

En ella el protagonista revive el mismo día una y otra vez, una y otra vez. De hecho, la gracia de la historia está ahí, en lo absurdo que acaba siendo.

Pues a mí lo de los buenos propósitos me recuerda a esta película, porque cada enero se repite exactamente el mismo ritual de todos los años:

  • Día 1 de enero: motivación a tope, este año sí que sí…
  • Día 10 de enero: ya se han acabado las fiestas… ¡a tope con los propósitos!
  • Día 3 de febrero: bueno, venga, habrá que ir poniéndose con alguno de ellos…
  • Día 15 de marzo: ya si eso vuelvo a intentar lo del inglés o la dieta después del verano

Y así una y otra vez, una y otra vez.

Año tras año, enero tras enero.

Si te estás riendo o estás pensando «Ostras, ¡pues es verdad!», me alegro. Eso quiere decir que estoy dando en el clavo y que eres el protagonista de tu propia versión de El día de la marmota.

Ahora bien, déjame hacerte una pregunta: ¿hasta cuándo piensas seguir así?

 

Por qué te suenan a pitorreo los propósitos de año nuevo

Déjame ponerte varios ejemplos para que lo veas mejor:

  • Si alguien te dijera «soy capaz de correr 200km en 20 minutos», ¿le creerías o te lo tomarías como un chiste?
  • Si un amigo que siempre, pero que siempre, siempre llega tarde te dijera que va a llegar a tiempo hoy, ¿le creerías o te lo tomarías a guasa?

En ambos casos seguramente no entrarías al trapo, no te lo creerías. El primero, por la imposibilidad de conseguir ese reto y el segundo, por el hecho de que tu confianza en su puntualidad es totalmente nula.

Cuando alguien dice algo y no lo cumple, baja tu confianza.

Si esa misma persona empieza a incumplir su palabra todas las veces, lo más común suele ser o que te acabes frustrando y dejando de quedar y confiar en esa persona… o que te lo tomes a pitorreo.

Pues eso es lo que pasa en muchos casos con los propósitos de año nuevo.

Si cada año que te los planteas acabas por incumplirlos, o es más, acabas por ni siquiera mover un dedo para conseguir aunque sea alguno, el resultado final es que acabas por no tomarlos en serio.

Y lo peor de todo, acabas por no tomarte en serio tú mismo.

Ante esa situación y bajo mi punto de vista, tienes dos opciones:

  • O frustrarte un montón por seguir igual y hacer lo mismo año tras año.
  • O dejar de tomarte en serio lo de los propósitos, quedándose ya como algo más típico del mes de enero que como un firme propósito.

No voy desencaminada, ¿verdad?

Bajo mi punto de vista hay mucha leyenda urbana con respecto a los propósitos de año nuevo. Creo que hay un pésimo empleo de términos y sobre todo, una dificultad a la hora de distinguir entre lo que es un deseo y lo que es una meta.

 

Qué son (de verdad) los propósitos de año nuevo

Los propósitos de año nuevo son deseos y ‘quieros’. Si te das cuenta, no hay mucha diferencia entre decir:

  • «Quiero perder peso».
  • «Uno de mis propósitos de este año es perder peso».

Vale que parece que decir ‘propósito’ suena más serio que decir ‘quiero’. Pero en el fondo, aquí es donde está el engaño.

Porque proponerte, te puedes proponer muchas cosas. Ahora, de ahí a ponerte en marcha y empezar a dar pequeños pasos para conseguirlo, es otra cosa bien distinta.

Hay una cita de Antoine de Saint-Exupery que me gusta mucho. Dice:

 

una-meta-sin-un-plan-es-un-deseo

 

«Una meta sin un plan en solo un deseo».

Los propósitos de año nuevo son solo eso, deseos.

Cosas que te gustaría lograr.

El motivo por el que cada enero acabas tomándote tus propósitos a pitorreo es porque piensas que con sólo proponerte las cosas, ya es suficiente para lograrlas.

Vamos, que piensas que ya tienes todo el trabajo hecho.

Para mí que enero sea el mes de los buenos propósitos no es más que una casilla de salida estupenda para arrancar y ponerte a diseñar y actuar sobre tus metas.

Es un mes en el que ese subidón se contagia, te motiva. Bien utilizado te puede venir estupendamente para empezar más animado. Como en una maratón cuando corres con más gente y tu motivación es mucho más elevada que cuando corres solo.

Como te digo, no son más que eso: deseos y un buen escenario. Pero para entendernos, el resto del tinglado está sin montar.

Por eso no es suficiente con proponerte las cosas.

Por eso no es suficiente con ir a la tienda a comprarte unas mayas para correr, unas zapatillas caras o un libro para dejar de fumar.

 

Convertir deseos en metas

Para convertir un deseo en una meta necesitas algo más que eso. Necesitas cierta planificación, poder visualizarte con el objetivo logrado, diseñar los pasos que tienes que seguir, mantener el foco en el proceso, poner tus creencias y pensamientos a tu favor y trabajar tu motivación, entre otras cosas.

Entiéndeme, no es fácil ni difícil.

No hay fórmulas secretas ni uno necesita ser un iluminado para conseguirlo.

La motivación, la disciplina, la fuerza de voluntad o la constancia no son dones o características propias de deportistas de élite o de gente con profesiones súper chungas o de riesgo. Son habilidades que se pueden practicar, mejorar y aprender.

Tú puedes aprenderlas.

Todos podemos mejorar nuestros resultados.

Es cuestión de trabajarse uno mismo y mantener las ideas claras.

 

Conclusión

Empezar a considerar tus propósitos de año nuevo sin tanta fantasía y tomarlos como lo que son, como meros deseos que te gustaría lograr, pero que necesitan de un trabajo personal posterior, es una habilidad.

Y al igual que tu motivación, tu constancia o tu fuerza de voluntad, son algo que puedes aprender a hacer, a construir y a mejorar.

Al igual que el protagonista de El día de la marmota, tienes dos opciones:

  • O repetir un año más el mismo enero de todos los años y seguir tomándote tus propósitos a pitorreo.
  • O empezar a tomar conciencia de todo lo que puedes hacer (y no estás haciendo), para cambiar tus resultados y romper con esta pantomima de cada enero, que, reconozcámoslo, no te lleva a ninguna parte (o por lo menos a nada nuevo).

 

 

Y ahora te toca a ti:

Comparte tus propósitos de año nuevo o tu opinión sobre el post

 

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